La soledad como protección para llegar al cielo en Extracto

La soledad como protección para llegar al cielo en Extracto

Por Regina Vázquez

Encerrada en un lugar sombrío. Un cuarto frío, húmedo, donde el con moho en las paredes y un silencio que se mete en los huesos. Hay una vela encendida que apenas alcanza a iluminar. El aire pesa. El vestido es gigante, incómodo, hermoso. Verde musgo, café tierra, costuras gruesas que raspan la piel. El tiempo no existe. Nadie llama. Nadie vendrá. Y eso está bien.

Elegiste esta soledad. No como castigo, sino como protección. Afuera todo se está pudriendo. El mundo es un animal herido que se retuerce, y tú ya no soportas verlo. No quieres saber. No quieres leer. No quieres salir. Así que te escondiste. En este castillo de piedra, en esta casa vieja, donde los gatos caminan lentos por los pasillos como si supieran algo que tú no. Desde aquí, en tu cueva, ves cómo todo se desmorona como polilla entre los dedos. Y sí: hay tristeza, hay terror. Pero también una calma extraña. Una calma de mentira, pero tuya.

Así suena Ready for Heaven, el nuevo disco de Deradoorian. Como vivir dentro de un delirio medieval. Como flotar entre el cielo y la tierra, suspendida en una especie de trance lúcido donde la música es lo único que todavía respira. Las canciones no empiezan ni terminan: aparecen, se desvanecen, regresan. Se arrastran. A veces brillan como cuchillos. A veces parecen hechas de vapor.

Hay algo de bruja antigua en todo esto. De mística quebrada. Si alguien dijera que Deradoorian grabó este disco completamente sola en un monasterio abandonado, no lo dudaría. Es como una Kate Bush que decidió nunca volver de su reclusión, que siguió cantando en un loop infinito para los espectros que viven en su casa. Porque hay voces aquí, muchas voces. Voces que no son humanas. Voces que se arrastran por el piso, que lloran desde dentro de las paredes.

Escucharlo es como entrar en un sueño raro, de esos donde corres porque alguien te persigue pero no puedes gritar. Como estar atrapada en un juego viejo de Nintendo donde la única salida es seguir avanzando, aunque no sepas a dónde. El disco tiene algo de oración pagana, de danza macabra, de despedida. Habla del fin del mundo, claro, pero no con dramatismo: con aceptación. El caos ya está aquí. El sistema ya nos comió. ¿Qué queda? Bailar. Mirar al cielo. Cantar sola mientras todo se quema. Hacerse amiga de la locura.

Y en esa locura, hay una forma de ternura. Un pequeño milagro.

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