Disertaciones de una mamífera a las cuatro de la mañana

Disertaciones de una mamífera a las cuatro de la mañana

Soy una mamífera. Los mamíferos están en manada. Duermen lomo con lomo. Nacemos del vientre de nuestras madres, un contacto necesario que nos destierra a ser dos cuerpos cuando éramos uno. Tomamos leche del pecho para sobrevivir, otro contacto que hace vida.  Tienen hábitos, ¿tienen hábitos?  Sé que alrededor de las cinco de la tarde sentiré dentro de mí un pequeño desgarramiento, no lo digo metafóricamente, es como si desde el cuello hasta mi útero fuera una tela de gasa que se va deshilando poco a poco. Mi terapeuta le nombra tristeza o ansiedad, yo le digo: “me siento sola”. 

Yo no sé si los demás son telas de gasa o vasos de cristal que compartimos. Llenamos de actividades productivas nuestro día a día y en la inactividad se visibiliza el problema: estamos solos. Pienso en esto cuando logró por fin ver a una de mis amigas más queridas después de un mes de obscuros silencios e incompatibles agendas, cuando nos encontramos noto que sus ojos están algo caídos y ha recortado su fleco.

“Me siento demasiado cansada, no he tenido días de vacaciones. Aunque, a la vez, el trabajo me sirve para distraerme, me entretiene a ratos y entonces, se dispersa un poco esta bruma mental”. Dejo la cuchara del ramen al lado de mi servilleta y quisiera decirle: “No tiene que ser así, yo puedo ayudarte”, pero me quedo en silencio y seguramente, pongo una cara de tonta por no saber cómo reaccionar.

¿De qué va este desánimo que vamos arrastrando? El doctor Vivek Murthy identifica a la soledad como un grave problema de salud pública en Estados Unidos, cuyas consecuencias pueden ser tan serias como las del tabaquismo. Murthy ocupó en aquel país una posición análoga al Secretario de Salud y declaró la soledad como una epidemia. Me parece interesante la idea de que la soledad sea un asunto de interés público, ya que la tradición liberal insiste en explicar cómo funcionamos a través de la acción individual y, si soy sincera, sospecho de los intereses de la política de la supuestamente democracia más longeva de este continente. Entonces, ¿bajo qué precepto la soledad es de interés público? Murthy declaró:

“Las consecuencias perjudiciales de una sociedad que carece de conexiones sociales se perciben en nuestras escuelas, lugares de trabajo y organizaciones cívicas, en las que el rendimiento, la productividad y el compromiso se han deteriorado”. 

¡Ah! La productividad… Ya decía yo.

Como buen pensamiento capitalista toda necesidad es oportunidad de negocio. El País reporta que el aislamiento social es una industria multimillonaria. “Se prevé que la economía de la soledad desarrolle un mercado que podría superar los 500 mil millones de dólares para 2030, apunta”. “Las empresas están comenzando a ofrecer diversos productos y servicios para ayudar a las personas a conectarse socialmente, desde aplicaciones de citas hasta robots sociales”. 

Si la soledad es una oportunidad de negocio, entonces, ¿habrá una intención de reflexión y acción para paliarla? O, más bien, buscarán llenarnos de herramientas para sentir que ilusoriamente los hilos de nuestra tela se van fortaleciendo sin que nadie esté ahí. La carne y la presencia no están. Como si estuviéramos metidos en un cuarto de sombras con la esperanza de que éstas nos acaricien o de escuchar su aliento. ¿Caeremos en la actitud paranoica de querer que lo falso sea real y viceversa? Y entonces viene el siguiente dato aterrador: el cerebro de quienes utilizan estas herramientas para la socialización, buscando escucha empática y conexiones afectivas, no logra identificar la diferencia entre los dispositivos y la virtualidad frente a la interacción real. 

Acabo el artículo, viene el siguiente post. Y a dormir porque mañana trabajo, otra vez, como casi todos los días. De vuelta a la rutina. No hay tiempo para pensarse a sí misma. Usamos los esfuerzos de nuestra mente y los artilugios devenidos de ésta para los demás.  Por la tarde-noche llegaré a casa con mis gatitas y buscaré un golpe fácil de dopamina, veré reels supuestamente organizados a mi gusto, que me hagan reír o ya ni siquiera indignarme porque entre la repetición de los desastres del mundo, una parte de mí sólo sigue scrolleando.

Y mientras mis dedos se mueven por la pantalla, un hilito de la gasa se va debilitando hasta que cae. Cuando son más punzantes estos desacomodos de mi interior recuerdo lo que me contó otra amiga: “Cuando estaba sola en ese departamento pensaba que si moría nadie se daría cuenta. Tal vez, porque unos días después se preguntarían por mi ausencia en el trabajo. No sé, realmente siento que no le interesaría a nadie”. Además de sentir como mi corazón se apretuja al recordar esas palabras de alguien que quiero tanto, veo a mi gatita acomodarse en la orilla de la cama y pienso que nadie sabría tampoco si dejará de existir en ese departamento.

Parece un absurdo que cuando es más fácil comunicarnos entre nosotrxs, la departamentalización de nuestras vidas nos encierran en cubos blancos que apenas y podemos pagar, y los cuales sirven nada más para dormir. Viendo el techo acostadxs nos da pánico llamar por teléfono o mandar un mensaje que parezca que necesitamos atención de otrx.

No queremos revelarnos como “insegurxs”, “tóxicxs”, “dependientes” y la peor de todas: “con falta de amor propio”. Porque dentro de los ochoscientosmil reels que taladran nuestros cerebros se nos dice que el éxito está sostenido por la autosuficiencia y una estricta rutina de la cual debemos sacar nuestro mayor rendimiento: mide tus calorías, analiza tu sueño, medita 15 minutos al día (quién sabe cómo y cuál es su sentido espiritual, eso no es contenido de interés), haz ejercicios precisos y aprende un nuevo idioma mientras te haces el skincare que dura 25 minutos. El chiste es que no olvides que tu desarrollo personal es consumir y disciplinarte.

Solo alguien con “falta de amor propio” se sentiría solx, cuando está solx. ¡Autoregúlate! Y si no te es posible: Meta te ofrece una variedad de IA para que sean tus amigxs, no se te ocurra molestar la agenda productiva de tus congéneres. 

Quiero pedir ayuda pero después el sentimiento de culpa es terrible. ¿Cómo puedo atreverme a molestar a otrxs por este dolor en el pecho? Mientras no estorbe mis actividades diarias, no debería atreverme a mover el curso de mis compromisos y mucho menos, el de otrxs. ¿Cuál es la diferencia entre aburrimiento, tristeza o desánimo? No lo sé, pregúntale a Chat GPT.

Al menos quiero el derecho de enunciar mi mal: la soledad. Porque, no me importa si afecta mi productividad eso significa que esto que siento solo es importante en tanto afecte al sistema. No me interesa cuántos miles de millones de dólares significarán los ataques del corazón o la ansiedad de esta epidemia. Lo que quiero es defender el gozo que siento cuando como algo rico mientras me río con mi amiga, el placer de rozar la mano de alguien deseado, pasar el rato intentando dilucidar las maravillas narrativas de una película que vimos sólo porque se nos antojó.

Mi vida no es una transacción (aunque sí lo sea). Es esta realidad material que pide colisionar con otras. Solo en mi encuentro con otrxs reconozco la posibilidad de vivir de otros modos y entiendo que estos placeres y dolores que compartimos no surgen de mi incapacidad individual de ser una adulta exitosa. Porque mientras la IA “Tu amiga confidente” de Meta te da respuestas genéricas sobre cómo resolver una crisis de ansiedad, mis amigas y yo seguimos sintiendo este peso en el pecho en un mundo que parece ilusoriamente abierto pero vacío de presencia. 

Tal vez son las cuatro de la mañana. Lo intuyo por el tipo de iluminación que cae desde mi ventana. Duermo de lado abrazando un peluche rosa en forma de gatito. “Nahui”, una de mis gatitas, se recuesta y siento como su lomo poco a poco toca el mío hasta acomodarse a la curvatura de mi espalda y, entonces, un calorcito placentero llena mi columna. Pienso: Soy una mamífera. Los mamíferos están en manada. Duermen lomo con lomo. Vuelvo a dormir. Despierto, es hora de ir al trabajo. 

La soledad como protección para llegar al cielo en Extracto

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