Estos discos aunque podrían ser replicables, no puedes pedirlos en Temu
Ya nada es original. Para este punto degenerado de la sociedad de consumo, es imposible encontrar algo verdaderamente auténtico.
Se te rompe una tacita que te trajiste de una provincia húmeda y montañosa en el norte de Vietnam, y se te rompe una uña del alma. Te duele haberla traído de tan lejos, de un lugar tan lindo, de donde traes recuerdos que no podrías contar si quiera, para llegar a tu casa en los confines más cochinos de la Ciudad de México y romperla en un momento de torpeza mientras intentabas lavar los trastes.
Intentas pegarla, con pinzas y pegamento, en un intento de meditación para contener los temblores del cuerpo, y te es imposible. Buscas en internet cuál es la mejor manera de pegarle unos pedacitos desportillados a una tacita, según tú, de porcelana vietnamita antigua.
Intentas decirle al internet, como si rogaras a un santo, que tiene pintado un zorzal precioso, paradito sobre una rama floreada de un árbol que nunca habías visto. El internet reconoce tu tacita con una mera descripción escupida desde lo más hondo de tu melancolía fetichista, y te arroja la posibilidad de comprar un paquete de seis de esas tacitas hechas en china a modo de producción masiva en Etsy por cuatrocientos pesos más gastos de envío.
No te suicidas, pero quisieras cortarte poquititio las muñecas con los pedacitos de falsa porcelana que tienes en la mesa junto al pegamente, y posiblemente termines comprando esa basura china que es lo único que habunda en el mundo. Estos discos están hechos en un entorno así. Esta selección logra encontrar tesoros auténticos de distintos rincones del mundo que, aunque podrían ser replicables, no puedes pedirlos en Temu.
Raquel
Big city life - Smerz
Ana Lau
Este es el segundo álbum de Motzfeldt y Stoltenberg, que comenzaron haciendo música desde sus dormitorios, primero en Copenhague y luego en Oslo.
Desde sus primeros lanzamientos con el sello XL Recordings, su estilo se definió por una electrónica introspectiva, minimalista y fragmentada. Believer, su debut, consolidó esa estética con un enfoque más íntimo y espiritual, en el que exploraban vínculos familiares, control emocional y deseo. En Big City Life, Smerz toma distancia de ese universo íntimo para situarse en el corazón del ruido.
Los tracks fluyen como escenas fragmentadas: hay llamadas telefónicas, voces que se desdoblan, suspiros y ecos de dance fracturado. Algunas canciones nos colocan imaginariamente en ciudades como Nueva York o Los Ángeles, donde la vida nocturna sucede en habitaciones distintas, a velocidades diferentes, con cuerpos que se cruzan pero rara vez se tocan. Todo vibra con ese tipo de empoderamiento solitario: estar rodeada de miles de personas y, sin embargo, sentir que a nadie le importa lo que hagas.
El minimalismo electrónico del dúo se funde con cuerdas barrocas y coros etéreos. Es una paleta sonora que no embellece, sino que encarna la despersonalización, el ruido emocional y la artificialidad de la vida urbana contemporánea. Smerz no ofrece respuestas, pero sí una banda sonora para esas preguntas que solo se revelan en medio del ruido.
DAISY - rusowsky
Bibi
Este no es un álbum que se entienda a la primera. Es más como una conversación de madrugada, de esas en las que dices cosas que no sabías que pensabas. Rusowsky no te guía: te suelta y tú vas descubriendo.
La primera canción parece una bienvenida amable, casi de cuento, pero enseguida se desdobla en algo más raro, más íntimo, como si el disco estuviera intentando explicarte algo que ni él mismo tiene muy claro. Y ahí es donde se vuelve interesante, te mete en un universo más torcido, más íntimo, donde el amor, la ternura, la tristeza y la risa se confunden todo el tiempo.
No es un disco para entender, es un disco para sentir. A veces parece que estás a punto de enamorarte, y otras solo quieres mandar ese mensaje que sabes que no deberías. Hay canciones que se bailan con los ojos cerrados y otras que duelen sin hacer escándalo. Algunas suenan al verano, a la piel, a carcajadas que esconden algo más. Otras son casi suspiros: momentos chiquitos que te aprietan el pecho sin avisar.
No importa el ritmo o el estilo: Rusowsky no está buscando gustarte. Está diciendo lo que le nace, tal cual, sin maquillaje. Y justo por eso termina sintiéndose como ese amigo que te acompaña en silencio cuando no sabes bien qué te pasa. Un disco para estar solo, para estar acompañado, para no tener que explicarte. Solo ponerle play y dejar que duela tantito bonito.
Squeeze Me - Sophia Kennedy
Silvia
Este disco no es para todos los momentos, pero si le das play cuando estás en el mood de escuchar algo raro (raro bien), Squeeze Me te da justo eso.
Sophia Kennedy nació en Estados Unidos pero creció en Alemania, y su música suena justo así: como si juntaras dos mundos que no deberían mezclarse… pero lo hacen.
El disco arranca con Being Special, que parece una canción pop, hasta que se rompe. I Can See You se siente como una despedida con eco. Y Up -una de las más brillantes- mezcla drama con humor sin que te des cuenta. Hay sintetizadores juguetones, teclados como de caricatura antigua y letras que a veces no sabes si son un chiste o una confesión.
La portada también lo sugiere: Kennedy de cabeza, como si el mundo estuviera al revés. Y el disco se siente así, como caminar entre espejos rotos que igual te reflejan algo.
Hay una canción en la que dice: “I still can hear you speak / To me in my dreams” y no necesitas entender todo. Solo dejarte llevar. No es un disco cómodo, pero sí uno que te sacude.
Si te gustan los discos que no suenan a nada más, que te sorprenden y te incomodan tantito (pero bien), Squeeze Me puede ser tu siguiente obsesión.
Canciones de mi cuarto - Conchitta
Diego/Callejas
Les voy a ser sincero. Cuando vi el nombre del disco y del artista pasó por mi mente la imagen de alguien grabando canciones melosas desde su cuarto con un ukelele (no tiene nada de malo, pero no es lo mío); afortunadamente, no podría haber estado más equivocado. En menos de diez minutos, Conchitta te pone a bailar, llorar y a armar un slam.
Canción 1 me agarró en curva. Esperaba acordes tiernamente rasgados en un ukelele me recibió una rítmica disonancia con un bajo sumamente groovy que inmediatamente me puso a seguir el ritmo con el pie. En esta canción, Conchitta no canta, más bien entrega el mensaje casi hablado, agresivamente, muy al estilo de Gloory Hole.
Bonita es la segunda canción, dura apenas 20 segundos pero representa un descanso después de iniciar el álbum intensamente. Es un interludio corto y tranquilo, como tomar un elevador en un rave de dos pisos.
La canción que sigue es CONEJO, y estoy bastante seguro de que es imposible escucharla sin bailar un poquito. La batería se mete en tu sistema nervioso junto con el bajo para crear un ritmo muy movido que se te queda pegado.
Después de bailar y armar slam queda llorar con PRITT. Considero que este es el momento más emotivo del álbum. Debajo de una instrumental suave, empapada de reverb, Conchitta habla sobre una relación que ya no es.
Para terminar, tenemos BIKINI, que continúa con grandes líneas de bajo y beats. De vez en cuando mete unas disonancias que solo puedo llamar como jam de piano. Es una rola más movida para no terminar el álbum en una nota triste.
En resumen, este álbum transmite distintas emociones con solo cinco canciones y en menos de diez minutos. Es una escucha corta pero rica y te la recomiendo si tienes ganas de bailar, llorar, armar slam o todo al mismo tiempo.
Another Place - Pachyman
Andrés
A lo largo de sus primeros discos, Pachyman ha demostrado que domina a la perfección el sonido y la técnica característicos del dub reggae, llenos de reverb y eco, que dan dimensión y gravedad a la música.
Aunque su sonido sigue anclado a sus raíces duberas, esta vez, Pachy da un volantazo para sacudir a los dormidos y sorprende con su quinto álbum de estudio que, lejos de seguir los cánones del dub al pie de la letra, trae una reinvención sónica que empuja su estilo hacia territorios inexplorados, tomando inspiración de géneros como el post-punk, el vaporwave y el progressive-jazz.
En teoría, todo esto podría sonar descabellado; sin embargo, funciona a la perfección. En pocas palabras, Pachy trae propuesta sónica de la buena, llena de matices y experimentación, manteniendo viva la tradición exploradora y pionera que justamente vió nacer al dub al romper las barreras de lo establecido en búsqueda de sonidos hipnóticos y profundos que te van a poner a hacerte preguntas pero sobre todo a bailar.
Este disco se siente como cambiarte de banqueta para pasar del calor a la sombra y es perfecto para acompañarte desde los momentos más alegres hasta los más melancólicos e introspectivos, ya sea que estés echando un Acapulco en la azotea este verano con tus amigues, o te encuentres aventándote un sidequest en modo solitario.
Si lo que buscas es un sonido clásico pero a la vez, nuevo y desafiante para disfrutar, no del destino, sino del camino estás en el lugar correcto.
Instant Holograms on Metal Film - Stereolab
Paco
¡Tuvimos que esperar quince años para tener nueva música de Stereolab! Una banda tan sofisticada, que en tres décadas no se ha permitido envejecer.
Para Stereolab hemos sido alcanzados por la posverdad, la maquinación y la hiperconectividad; estamos saturados: “la modernidad decae mientras ofrece el nacimiento no natural de un futuro aún incierto”, canta Laetitia Sadler en Aerial Troubles, acompañado por un alucinante video, hecho con inteligencia artificial, que nos hace pensar “¿esto es Stereolab o qué demonios se ha inventado la Matrix?”.
De lado pero no atrás, quedan algunas de las facetas retro del sonido de la banda. Hay menos lounge y space age pop, hay menos bossa nova y Juan García Esquivel, pero ahora tenemos el encanto digital de los de mediados de los 70 en cada uno de los trece tracks; hay más atmósferas musicales de Kraftwerk y Tangerine Dream; hay momentos de synth pop y alucinantes episodios que podrían llamarse quizá pop progresivo, como en esa maravilla de siete minutos de nombre Melody is a Wound.
En este disco, el onceavo en su carrera, hay una cierta aura de minimalismo posmoderno, una especie de evolución que trae a Stereolab a nuestros catastróficos tiempos llenos de desencanto.