¿Vas a dejar que decidan por ti?
Por Antonella Castillo S.
Cuando llegué por primera vez a las urnas, con esa ilusión de que México podía ser un país más justo, más igualitario y feminista, confiaba en que las instituciones serían nuestro respaldo y nuestro refugio.
Creía en un país donde la justicia no fuera solo una palabra, sino una realidad que protegiera a quienes más lo necesitan. Pero hoy, como jóvenes mexicanas y mexicanos, que hemos visto cómo la inseguridad, la violencia y la desigualdad aumentan día a día, mi confianza se va perdiendo.
La elección de magistrados, magistradas, jueces, ministros y ministras este 1 de junio no es solo una formalidad: es una oportunidad decisiva para decidir si queremos mantener o cambiar el poder que se encarga de nuestro sistema de justicia. Como mujeres, hombres, jóvenes y adultos, tenemos la responsabilidad de participar y decidir en qué país queremos vivir.
Desde que comencé a involucrarme en la política y en la defensa de derechos, creí firme en el discurso de un México feminista, justo e igualitario. Sin embargo, la realidad actual, marcada por el gobierno atado a sus decisiones que ha sentado sus bases en la impunidad, la corrupción y la violencia estructural, me hace cuestionar cuánto todavía podemos confiar en las instituciones que deberían defendernos.
Para muchos, las promesas de programas sociales y la supuesta atención a la pobreza han sido un paño de agua tibia frente a las cifras devastadoras de inseguridad y violencia que vivimos día a día.
Las elecciones para magistrados, magistradas, jueces, ministros y ministras -esas figuras que tienen en sus manos la responsabilidad de impartir justicia en los tribunales- son cruciales en este momento. La influencia que tengan estos órganos en la interpretación y aplicación de las leyes puede marcar la diferencia entre un sistema justo y uno que perpetúa la impunidad del gobierno corrupto.
La selección de quienes integrarán esas instituciones no solo influirá en qué tipo de justicia se administra, sino también en si esas leyes protegen o benefician a los poderosos, a los criminales, o si verdaderamente trabajan por el bienestar de toda la ciudadanía, sin importar nuestro género, edad o estatus social.
Tanto mujeres como hombres debemos entender que la justicia imparcial y autónoma es indispensable para combatir la violencia de género, la corrupción y la inseguridad que nos tocan en cada rincón del país. No basta con los programas sociales que, aunque importantes, en muchas ocasiones parecen ser una propuesta que promete mucho y cumple poco frente a la escalofriante cifra de feminicidios, desapariciones y delitos que frecuentan nuestras calles.
La justicia en manos de jueces y magistrados que actuarán con independencia puede ser la diferencia para que estos programas realmente beneficien a quienes más lo necesitan y no sean víctimas del clientelismo o la impunidad.
A todos nos preocupa la inseguridad, pero muchas veces lo que se pasa por alto es cómo la criminalización y las decisiones judiciales pueden estar siendo utilizadas en contra de los derechos de las personas. La elección en estos órganos judiciales puede cambiar esa realidad si privilegiamos candidatas y candidatos honestos, comprometidos con la justicia, y con una visión democrática, inclusiva y feminista que respete los derechos humanos, sin distinción de género, ideología o estatus social.
Es importante que entendamos que en estos procesos no solo el Poder Ejecutivo puede (o debe) decidir quién controla nuestras instituciones, sino que también tenemos el poder de decidir a través del voto quiénes serán quienes impartirán justicia en las próximas décadas.
La participación activa, informada y consciente es nuestra mejor herramienta contra la manipulación y la corrupción; esa que ha permitido que, en ciertos sectores, el gobierno siga afianzando su poder y que las instituciones sean meros instrumentos de una elite que busca perpetuarse en el control.
Al final, el verdadero cambio empieza en nosotras y en nosotros. La elección del 1 de junio no solo decidirá quién ocupa los cargos en la justicia, sino que definirá si seguimos sometidos a un sistema que protege a unos pocos o si logramos construir una justicia verdadera, que respete y garantice los derechos de todos, sin excepción, y que termine con esta inseguridad que tanto nos ha desgastado.
Antonella es originaria de Oaxaca y estudiante de comunicación de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.