Primavera Fauna 2012: Sangre, Sudor y Lágrimas

Por Diego Sepúlveda (Fotos: Juan Luis de Heeckeren)

Sangre: El escenario Red Bull Panamérika.

Estamos parados viendo a Bonde do Rolê. Hace calor, no entendemos nada y sentimos curiosidad. En el escenario una garota de piernas fuertes canta sin perder el ritmo ni las notas mientras un tipo disfrazado la manosea. Son brasileños, pienso, y debe ser legal en Brasil manosear así a las mujeres. En cuanto a lo musical tampoco se complican: en el escenario uno le pregunta a los demás "¿Y ahora qué hago?", y el resto le responde: "¡Aprieta Play!". La base se abre y el baile se reanuda, bajan a mezclarse con el público y bailan entre la multitud que, como nosotros, tampoco entiende, pero no le importa.

 Antes, abriendo el festival, estuvo Protistas, a quienes no pudimos ver dado que la dominatrix que entregaba las credenciales no daba con nuestros nombres. Pero los escuchamos desde fuera mezclado con el sonido del escenario electrónico. Parecían estar al 100% aún después de tres días seguidos tocando en vivo en otros eventos.

En lo personal, me habría gustado que Alex Anwandter hubiese tocado más tarde, incluso antes de Jorge González. Así, la mayoría de gente que asistió habría podido entender por qué el autor de "Corazones" estaba esa noche ahí, tocando ese disco. No es azar: esta generación chilena le debe mucho a ese disco y Primavera Fauna era una buena oportunidad tanto para celebrarlo como para sepultarlo, y así avanzar simbólicamente dejando la posta en las manos de Anwandter.

Bomba Estéreo llega a llenar la abulia que dejó Francisca Valenzuela sobre el escenario. Ha participado en tantos festivales y tan grandes, pero todavía me cuesta entender cómo es que Valenzuela aún no aprovecha el espacio. Dos años antes la había visto en un local de Santiago, tocando adelantos de las canciones de su ahora estrenado nuevo disco. Dos años después, me encuentro con las mismas canciones y la misma puesta en escena. Puede que sea una impostura del nivel masivo que la cantante chilena está alcanzando, apuntando a lo neutral y transversal para ingresar el circuito mainstream sin problemas, pero lo cierto es que con la Francisca Valenzuela que vimos en este festival no pasa nada. A pesar de tener la pista fácil, Bomba Estéreo sobrepobla el escenario de ritmos que son entretenidos de seguir por unos minutos, pero luego se vuelven defectibles. Buenos, sí, pero poco memorables.

Astro, en cambio, avanza. Puede que Andrés Nusser no sea la mejor voz de la música independiente chilena, pero el tipo se esfuerza: no tanto en cantar, pero sí junto a sus compañeros de banda en entregar un show. Es más, de todas las bandas del Escenario Panamérika, Astro fue la única que tuvo la deferencia de regalarnos un espectáculo. Bailarinas, globos, burbujas de jabón, baile y coreografías que supieron aprovechar el espacio en el escenario, y que tuvo su clímax cuando los cuatro integrantes de la banda se plantaron frente a distintas percusiones. En fila, encandilaron con el sonido típico del grupo al que hasta hace un tiempo se insistía en comparar con MGMT, pero que hoy ya corre por cuenta propia.

En este escenario estaba la fiesta. Quizás porque a los latinos nos cuesta más salir al mundo con nuestra cultura e idioma es que nos esforzamos para mostrar de qué estamos hechos. La selección realizada en esta oportunidad se guardó para el final dos referentes de países vecinos, pero mundos opuestos. Illya Kuriaky and the Valderramas supo estar por sobre los desperfectos técnicos que un amplificador de guitarra les quiso dar y lo logró principalmente con actitud y buenas rimas. Independiente de si nadie quería escuchar una canción del disco nuevo (cuando la presentaron se oyó un abucheo colectivo), IKV se presenta para rescatar una nostalgia que no da pena, sino una que nos lleva a cuando éramos chicos y cantábamos "Abarajame" y nuestra mamá nos retaba por cantar algo cuyo significado desconocíamos. Pero ahí estábamos mis amigos y yo respondiendo "¡Culero Connor!" cada vez que Emannuel decía "Mi nombre es…!"

Jorge González presentó en vivo "Corazones" (1990), el último álbum de Los Prisioneros, aquel que reescribía la formación del grupo e incorporaba a Cecilia Aguayo, presente en este escenario, y al peruano Robert Rodriguez. González se paró además junto a Uwe Schmidt (aka Atom Heart, aka Sr. Coconut) quien como el muñeco de cera que parece ser, manejó las bases de las canciones que se escucharon mucho mejor que las versiones de la época a la que corresponden. González, famoso por ser huraño, se mostró dócil y agradecido de haber sido invitado por su música y no por sus polémicas. Como reloj atacó las canciones y llenó el espacio con un registro vocal que le entregaba a las mismas un peso dominante y certero, producto principal de sus años de trayectoria. Las canciones de "Corazones" esa noche demostraron que el valor de una obra está lejos de un single con millones de descargas, más bien en la manera en que el tiempo no puede dejarlas atrás.

Sudor: Los servicios.

Un festival puede ser la manifestación más clara de una experiencia musical, y también la más completa. Lamentablemente esto no ocurre sólo con un line up de ensueño, sino por sobre todo mejorando esta experiencia en otros niveles. Desde los de primera necesidad (aseo, comida, agua, información), hasta los que a primera vista no se ven, como poner a alguien con actitud de servicio a cargo de las venta de entradas o las credenciales. Si bien Primavera Fauna destacó por su buen sonido y por la celeridad con la que se movió el personal de aseo para limpiar las canchas cuando la gente se cambiaba de escenario o el line up, también habría sido útil contar con una cantidad de baños suficientes para la gente que se esperaba convocar. Las filas eran interminables, lo mismo con los puestos de comida o la falta de —entre tanto auspiciador— una marca de bloqueador solar. Otro punto extraño fue el VIP, y el VIP dentro del VIP (no sabía que podía existir eso). Un gran corral se extendía entre los dos escenarios. Aunque no invadía las mejores ubicaciones de ninguno de los dos, y eso se agradecía, la gente que estaba dentro debe haberse sentido como parte de una exhibición. Es imposible no mirar con algo de desdén (y a veces lástima) a quienes pagan una entrada costosa por apenas un poco de comodidad —o aún peor por adquirir cierto status. Lo peor de todo es que también los músicos miran con algo de vergüenza ajena esta diagramación al enfocarse en el público masivo de la cancha. Anwandter durante su show pregunta: "¿Por qué hay tan poca gente en esta parte y acá hay mucha?". "¡Es el VIP!", responde la mayoría a coro. "Ah… entonces voy a tocar mirándolos a ellos… porque me pagan", bromea.

Lágrimas: Pulp y los dinosaurios.

El escenario internacional contaba con dos naipes que le aseguraban éxito: Dinosaur Jr. y, sobre todo, Pulp, ambos reunidos después de un largo receso.

Primavera Fauna era la primera vez en que Pulp se presentaría en Chile y eso bastaba para que todo un séquito de la banda se acercara hasta el escenario a corear cada canción. Jarvis Cocker sabe cómo hacerlo: se pasea, conversa y canta con ánimo. Me cuesta perder de vista que es una reunión y que las reuniones son por dinero, y aunque se ve tan real que pareciera que van a hacer otro disco, por lo que dicen en todos lados no lo harán. Distinto es con Dinosaur Jr. Se juntaron hace unos años y han editado tres discos en donde se nota que los problemas que la banda tuvo en el pasado, con hiatos y cambios en la formación, han quedado atrás. Mientras hacía la fila para comprar algo de comer, escuché su show completo. Desde ahí parecía haber estado muy bueno.

El mal del Festival

Espanto - Rock´n Roll (2012)