Desde Belo Horizonte, Minas Gerais Es un mero ejercicio de categorización asentir que esta bitácora fue escrita en Belo Horizonte. Sí, una parte de ella. También en aeropuertos, en el espacio aéreo brasileño y entre sobrecargos que repartían bolsas de cacahuates.
Los viajes hechizan la mente y son un combustible para la imaginación. Los traslados entre lejanas ciudades también merman el entusiasmo. La ruta fue de Fortaleza con parada en Teresina rumbo a una escala en Brasilia para llegar a Belo Horizonte.
El aeropuerto de Fortaleza, a unos 40 minutos de la franja turística, cuenta con una amplísima zona de comida rápida que se sugiere como un centro comercial. Por 20 reales (120 pesos) una eficaz comida china para quitar el hambre.
Las revisiones de seguridad son un protocolo que no les quita el sueño. En la charola tienes que dejar monedas, llaves y la cartera. Uno no se desviste. El cinturón y los zapatos permanecen contigo. Tampoco hay que sacar la computadora de su maletín. Es un trámite que no obsesiona a los guardias aeroportuarios.
Aterrizamos en Brasilia, una capital construida con la intención de urbanizas más allá de las costas, y el aeropuerto presentó un intenso flujo de personas. No hay gusanos en las conexiones locales, los traslados para el avión son en autobús. No hay salas que se diferencien, hay un gran núcleo circular que alberga a muchos vuelos y en cada puerta se toma un autobús distinto. Se asemeja a una terminal de camiones. La infraestructura de este puerto aéreo deja mal parada a la capital de Brasil.
Al filo de la madrugada aterrizamos en el aeropuerto de Confins a las afueras de Belo Horizonte. Una distancia de 40 kilómetros para llegar al centro de la ciudad y tras un viaje de 10 horas con traslados terrestres incluidos podemos rememorar las aventuras que experimentamos en un día que conocimos a Brasil por aire.
Mañana juega México ante Japón y Belo Horizonte es una ciudad que se privilegia por una alta calidad de vida. ¡Ya les contaremos!