No hay cultura originaria que no haya resuelto parte de su vida, vitalidad y trascendentalidad sin la presencia del vino. Desde quitarse la sed, hasta recibir la sangre de dios, pasando por el encuentro con los buenos amigos. Él mismo ha movido ejércitos y flotas, así como estimulado e inspirado a artistas. En cada pueblo hace fluir la onomástica bacanal en honor del santo patrón o dios local.

Asimismo, cada país del mundo encuentra parte de su orgullo e identidad en su “bebida nacional por excelencia”, tequila, ron, orujo, vodka, pisco, ginebra, sake y los gloriosos y míticos vino y cerveza, los cuales, sin ser destilados, son como tesoros del dominio público global. Pero, también, no olvidar que a él se atribuyen decadencias y grandes costos humanos y sociales, al grado que hasta espacios civilizatorios como en el mundo del islam lo tienen satanizado. Al pan, pan y al vino, vino. Esta tarde sobremesa cultural descorcha los pomos de las caricias, maldiciones, verdades y tabús en torno al alcohol, uno de los placeres favoritos en culturas en que ingerirlo es motivo para desear salud a los contertulios.

“Un vaso de vino en el momento oportuno vale más que todas las riquezas de la tierra” (Gustav Mahler).

“La cerveza es la prueba de que Dios nos ama y nos quiere felices” (Benjamín Franklin).

“Bebe hermano bebe, que la vida es breve” (refrán español).